Entrevista con Gustavo Larrazábal

Entrevista con Gustavo Larrazábal, cmf, amigo del Cardenal Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y ahora Papa Francisco


¿Cómo llegó a conocer a quien es hoy nuestro Papa?
El entonces Cardenal Bergoglio pronunciaba homilías y hablaba sobre diversos intereses muy cercanos a él, como la construcción de la nación y la educación, y acudió a Publicaciones Claretianas de Argentina, donde yo era entonces director, a ver si nos interesaba publicarlo…Y le publicamos todos sus libros menos dos (El Jesuita, que es su biografía, y unas charlas con un rabino, que le publicó la Editorial Vergara). Todo lo demás lo hicimos nosotros. Y yo era quien me reunía con él, charlábamos, conversábamos y fuimos haciendo una relación fuerte a lo largo de muchos años. Él tenía un gran aprecio por la editorial y, de hecho, nunca quiso recibir compensación por derechos de autor. Decía que eso debería destinarse al apostolado de la editorial. Incluso quiso que lo firmáramos para que, si a él le pasaba algo, nadie fuera a reclamar a la editorial. A mí me daba casi vergüenza, así que me fui resistiendo, y la verdad es que al final eso no se firmó por mi culpa…


Y ¿es buen escritor?
Es muy buen escritor. Lo que pasa es que no le dedica tiempo a la edición. Él puede aparecer en mi oficina con los brazos llenos de papeles y decir: “Aquí está todo esto. Arréglatelas como puedas”. Nosotros los editores, y particularmente yo, lo revisamos y luego él lo aprueba, con los comentarios que considere pertinentes. Pero en la edición tenemos bastante libertad, aunque él siempre lo comprueba, claro. La única “pelea” que hemos tenido es a base de las portadas. Para mí, la portada es muy importante, porque sin una buena portada, no se vende el libro. En dos ocasiones puse su foto en portada y se enojó mucho. Pero yo le dije: “Vos no sabés mucho de esto. Si la portada no atrae, el libro no se vende. Así que enojate si querés, que la portada va a ir así…”
Los temas más frecuentes son la educación, que le interesa mucho, y sus homilías en ocasiones importantes para el país, que tienen un gran contenido social. Hay dos momentos en la vida de Argentina que son los que recogen las homilías: el 25 de mayo, día patrio, en que se canta el Te Deum en la catedral, y el 7 de julio, que se celebra san Cayetano, patrono de los trabajadores argentinos. Y esas homilías son las que se recogen en algunos de los libros.


¿Es tan sencillo como parece?
Sí. Cuando en 1998 asumió el cargo de arzobispo, a la muerte del Cardenal Guarracino, enseguida decidió dejar el palacio episcopal, que estaba en un barrio residencial a las afueras de Buenos Aires, donde también vivía el presidente del gobierno. Alquiló la residencia a una congregación religiosa, y él se fue a vivir a un cuartito muy sencillo en el tercer piso de la Curia…Tenía una oficina de lo más austero, en el segundo piso. Al estar en pleno corazón de Buenos Aires, era evidente que no necesitaba auto, ni chófer. Andaba siempre en metro, en autobús, o si tenía prisa, en taxi. Varias veces le pedía que fuera a algún lugar a celebrar la Misa o a bendecir una librería y me ofrecía a llevarle, y siempre me decía: “No, no, no, no. Tú tranquilo, que yo me voy despacito. Tú tienes que dedicarte a atender a la gente.” No tenía secretario, ni ningún monseñor a su alrededor, a pesar de que la Arquidiócesis es muy extensa y tiene seis obispos auxiliares, pero cuando la gente iba a verle se sorprendía de lo fácil que era conseguir una entrevista con él. A veces él mismo abría la puerta, porque se quedaba solo en la Curia muchas tardes. Si sabías cómo entrar, simplemente subías al segundo piso, donde estaba él. Si no, él mismo bajaba a abrir la puerta.
Desde Roma, avisó personalmente al que le llevaba el periódico de que ya no lo iba a necesitar a diario. Es muy cálido, muy cercano y muy compasivo en el trato.
Puedo contar una anécdota muy personal, que a mí me conmovió mucho. Cuando cumplí 50 años, le invité a celebrar la Eucaristía en la casa y unirse a la fiesta. Vino, pero se negó a presidir. Dijo que yo tenía que presidir, y que él concelebraría junto con mis hermanos claretianos y otros amigos sacerdotes. Y luego, contrario a su costumbre, ya que no le gusta ir a fiestas y se cuida en las comidas, por su situación de salud, se quedó en la fiesta, saludó a mi mamá y a la gente y estuvo largo tiempo con nosotros. Al marcharse, alguien lo acompañó a la esquina a esperar un taxi, porque se negó a que yo dejara la fiesta para llevarlo.
Como obispo era brillante. No por las apariencias, sino por la cercanía, el trato íntimo, la compasión que extendía a todos.


¿Y eso lo puede cambiar la vida en Roma? ¿Podrá él efectuar cambios en esta nueva situación?
Pues esa es la pregunta del millón, ¿no? De lo que estoy convencido es de que él no va a cambiar. Aparte de que una persona de 76 años no cambia. Y lo ha demostrado en los primeros gestos. No se quiere ir a vivir a la residencia papal. Y esto es de siempre. Ha trasladado su estilo de Buenos Aires a Roma. Hay cosas que tiene como integradas.
Donde habrá un poco más de desafío será en la tensión entre lo doctrinal y lo concreto personal. En lo concreto es muy misericordioso. Siempre trataba de ayudar a los sacerdotes secularizados, a curas que andaban en problemas. Cuando en los años 70 se dio el escándalo de que el obispo de Avellaneda se casó con una monja, él mantuvo la amistad. Cuando el obispo, Podestá, se estaba muriendo, él fue a verlo varias veces. Pero muy en silencio. Él nunca hacía alharacas. No le gustaba. Y ahora creo que eso que él hacía privadamente, tendría que ser encauzado y más público. Porque una cosa es la doctrina, y otra lo que concretamente le dice a cada caso, a cada situación humana.
Lo que es cierto es que maneja lo gestual de una manera impresionante. Sabe el poder que tienen los gestos. Pero no lo hace como teatro, sino por convicción. Lo que le mueve es una profunda fe.

Hay aquí también una eclesiología muy interesante, porque en ningún momento él se ha llamado Papa, sino obispo de Roma.


Es pastor ¿y teólogo?
Es, ante todo, pastor. Por ejemplo, con toda su atención a los temas sociales y a los pobres, nunca se ha alineado con la teología de la liberación. Pero tampoco la frena. Él lo explica así, aplicado a la catequesis, pero yo creo que con aplicación a todo su enfoque: “Yo, como pastor, permito que las cosas pasen. Prefiero que no haya un solo tipo de catequesis, porque así es más rico. Yo permito que las cosas fluyan, siempre que no se caiga en la herejía o en absurdos”.  No era una persona consustanciada con la teología de la liberación. No la rechazaba, pero no era su promotor.


Pero no podría permitirlo todo…
No. Ciertamente, cuando las cosas se salen de las posiciones de la Iglesia, evidentemente, tiene que enfrentarlas. Y eso le ha valido el enfrentamiento en ocasiones con el gobierno. Porque, aunque ciertos ministerios del gobierno argentino, como el de Asuntos Sociales, favorecen mucho los proyectos de desarrollo y educación de la Iglesia y nos han ayudado muchísimo, cuando se trata de temas que tocan a la moral y la doctrina católica, como fue todo lo de igualdad de matrimonio (o matrimonio gay), que es la bandera del progresismo y la igualdad de género, hay que hablar. Y el cardenal Bergoglio intentó negociar y dialogar, de manera que la legislación final contemplara unión civil, pero no matrimonio…Eso fracasó por otras fuerzas que intervinieron, y al final el gobierno aprobó la legislación de matrimonio.
La familia Kirchner (Néstor fue presidente, y ahora lo es su viuda, Cristina) quiso sacar al Cardenal de su terreno. Pero él recibía a los políticos en la Curia, pero no asistía a fiestas ni actos públicos fuera de la Curia. Las únicas ocasiones fueron en los Te Deum que se celebraban en la catedral con motivo de actos patrios. Pero luego los Kirchner salían de Buenos Aires “oportunamente” en esas ocasiones, con lo que se cortaron las apariciones públicas totalmente.


Se le acusa en ciertos ambientes de no haber confrontado de la misma manera la dictadura de Videla…
Yo mismo le he preguntado a veces qué paso con eso, y con el famoso tema de los dos jesuitas que fueron arrestados. No es tan fácil ver las cosas en blanco y negro, como se trata de hacer fuera de Argentina. La verdad es que la situación del país en aquel momento era muy compleja. Había terrorismo, opresión de estado, los militares no sabían manejar la situación…y en ese momento Jorge Bergoglio, nuevo provincial de la Compañía de Jesús, tenía 36 años. Y él me dijo a veces: “Te juro, Gustavo, que hice todo lo que pude y estuvo a mi alcance…yo no tenía ninguna experiencia, y seguro que cometí muchos errores como provincial. Pero hice hasta donde supe y pude”. Lo cierto es que, si bien se pudiera haber esperado de la iglesia en Argentina que fuera más valiente, o que denunciara más explícitamente, como lo hizo la de Chile, la Iglesia –y Bergoglio personalmente—salvó muchas vidas con actos de defensa de perseguidos y negociaciones. Lo cierto es que los dos jesuitas arrestados fueron liberados gracias a la negociación del propio Bergoglio.


¿Qué otros temas son candentes para la iglesia en Argentina?
Los temas más importantes son globales, y no exclusivos a la Iglesia Argentina. Lo que nos hace falta es abrirnos a los grandes temas, que no son sólo de Argentina, sino de la iglesia universal: cómo retomar la Evangelización, cómo acercarse a las familias. Está, muy urgente, el famoso tema de la gente que no se casa. No se casa, no porque no pueda, sino sencillamente por que no quiere. También es acuciante el tema de las personas divorciadas y en nuevas relaciones…el celibato de los sacerdotes…
En este momento, después de la euforia mayoritaria de la elección de un Papa argentino, para la Iglesia argentina el desafío es ver cómo se utiliza esto para la revitalización. Habrá que ver qué gestos concretos realiza, y cómo encamina esa energía desatada. Porque lo cierto es que, por ser latinos, los argentinos a veces ponemos todas las cosas al mismo nivel: tenemos un Papa argentino, tenemos a Messi, la estrella del Barca…Pero yo creo que en el fondo la gente lo va a ir profundizando y reflexionando con más seriedad, porque no es una tontería que su arzobispo haya sido elegido Papa.


Dice euforia mayoritaria…¿es que hay sectores que no se han alegrado?
Claro. Un sector minoritario, como puede ser algún ala de la izquierda, que ha sacado artículos periodísticos muy duros contra él. Le acusan de lo que ya comentaba sobre la dictadura, pero también de que es demasiado político. Yo pienso que todo eso es bastante pasional…


¿Existe alguna preocupación de que, al ser un poco forastero en el Vaticano, su ministerio se vea afectado?
Yo creo—y esto es una opinión muy personal—que él tiene mucha claridad y sabe lo que tiene que hacer. Ya ha marcado un tono en tan pocos días. Conoce mucho y conoce a mucha gente en la Curia romana. Va a ser clave, por supuesto, quién va a venir. Porque el tema del nombramiento de los obispos es muy delicado y hay temas muy sensibles en la presente situación de la iglesia que necesitan mucho tacto. Pero yo creo que él está convencido de los cambios que hay que hacer. Y sabe también que tiene que ser rápido, porque a su edad, no tiene mucho tiempo.
El único temor que tengo es que la salud no le responda. Porque él es muy metódico, pero el ritmo de vida del Vaticano va a ser mucho más vertiginoso del que venía teniendo hasta ahora. En Buenos Aires, hasta cierto punto, él podía manejar su tiempo. Pero ahora, siendo jefe de Estado hay asuntos protocolares, y ya no tiene tanto control.  Pero es lo único que temo. Por su parte, él sabe bien lo que tiene que hacer y va a ser firme en hacerlo.