Lucía Caram, la monja que sabe predicar

Es dominica contemplativa y, por lo tanto, predicadora. Quizás por eso, Lucía Caram domina el arte de la predicación audivovisual. Su entrevista de ayer (en horario de máxima audiencia) con Risto Mejide es un ejemplo, a mi juicio perfecto, de cómo tiene que comunicar un eclesiástico. Lucía estuvo espléndida en fondo y forma. Tanto que terminó conquistando al duro de Risto, que acabó emocionado y reconociendo que esa forma de ser creyente sigue teniendo tirón y seduce.

Cuando vi el anuncio de la entrevista de Risto a Sor Lucía, me pregunté si no corría el riesgo de tener que frivolizar el mensaje y, por lo tanto, salir quemada. Nada más verla en el sofá de Risto, colocado en una de las estancias del convento de la monja de Manresa, supe que lo iba a lograr. Serena, tranquila, transmite con credibilidad. Se presenta como alguien que no tiene nada que ocultar y que, además, trata de vivir lo que dice.

Lucía tiene un don. El don de la comunicación. Al estilo de Francisco. Verbo fácil y florido, con un leve toque argentino recriado en Cataluña. La monja habla como las rosas. Y sabe el medio en el que está comunicando. Mensajes claros, directos, contundentes. Frases con imágenes y con titulares. Habla bien, se explica fenomenal y lo que dice tiene hondura.

Sor Lucia escapa del discurso oficial de muchos eclesiásticos que hablan, pero no dicen y, por lo tanto, no llegan. Ella, por el contrario, no utiliza frases manidas ni abstractas. Le llama a las cosas por su nombre, se moja, se implica, no escurre el bulto, no se justifica y, cuando hay que arremeter (contra el sistema que crea injusticias y descartes) no se anda por las ramas. Amén de reconocer sus pecados y los pecados de la institución eclesial que, muchas veces, traiciona el mensaje del Nazareno.

No dejó de contestar pregunta alguna. Y muchas, se las traían. Supo salir no sólo airosa, sino incluso convincente en la explicación del voto de castidad y de su propia vivencia de la sexualidad. El propio Risto, acostumbrado a buscar el máximo morbo, tuvo que rendirse ante la angelical sencillez de la monja, que casi estuvo a punto de convertirlo. 

Dice cosas con enjundia, las dice bonitas y, además, las proclama con convicción. La estás escuchando y estás diciendo: "Esta mujer vive lo que dice". Transmite credibilidad y confianza, amén de humildad. Y eso siempre impacta y siempre llega. Sor Lucía tiene 'ángel' y la cámara le quiere. Y se recrea en su eterna sonrisa de monja feliz y su lenguaje sencillo e icónico.

Sor Lucía tiene el don de la comunicación y la Iglesia católica, falta de eclesiásticos que lo tengan, debería promoverla, auparla, ayudarla, en vez de perseguirla. Y que los obispos la inviten a darles un cursillo de cómo comunicar con credibilidad. 

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