XXV Capítulo General



Los Claretianos eligen al P. Mateo Vattamattan, 
de la India como nuevo Superior General

Los capitulares tuvieron también la oportunidad de un encuentro con el Papa Francisco.

Les dirigió unas palabras improvisadas. Aquí va un resumen:

Buenos días y muchas gracias. He preparado un discurso … pero, yo prefiero decir lo que me venga. A los claretianos se los encuentra por todos lados… yo les diría tres palabras que les pueden servir, ¿no? Adorar, caminar y acompañar.


Adorar: nosotros en el mundo de la eficiencia hemos perdido el sentido de la adoración. Incluso en la oración, no es cierto, rezamos, alabamos al Señor, pedimos, agradecemos. Pero la adoración, ese estar delante del único Dios, de aquello que es lo único que no tiene precio, que no se negocia, que no se cambia… Y todo lo que está fuera de Él es imitación de cartón, es ídolo. Adorar. Ese perder tiempo sin pedir, sin agradecer, incluso sin alabar, solamente adorar, con el alma postrada. No sé por qué siento decirles esto pero siento que se los debo decir, me sale de adentro.


Caminar. Dios no puede adorarse a sí mismo, pero Dios quiso caminar, no quiso estar quieto. Desde el primer momento caminó con su pueblo. Aquello de Moisés tan lindo. Acordate, pensá, ¿Qué pueblo tuvo un Dios tan cercano que caminó junto a vos? Caminar. Y caminar es abrir fronteras, salir, abrir puertas, buscar caminos. Caminar. No estar sentados. No instalarse, en el mal sentido de la palabra. Ir a las fronteras, a las fronteras de todo tipo… Buscar. O sea: no quietos. Porque el que está quieto, el que no se mueve se corrompe. Como el agua: el agua estancada se corrompe enseguida. En vez, el agua del río que corre no se corrompe. Caminar como caminó Dios, que se hizo compañero del camino.


El tercero, acompañar. O sea, no caminar solo, ¿no? Porque es medio aburrido; sino acompañar al pueblo porque Dios caminó acompañando, ¿no? Y me viene tan lindo eso de Jesús cuando se hizo el tonto con los que se escapaban de Jerusalén a Emaús, ¿no? Se les puso al lado y acompañó, acompañó todo un proceso, hasta que ese corazón frío se volvió a calentar y ardía el corazón, y se dieron cuenta. Acompañar los momentos de alegría, acompañar la felicidad de los matrimonios, de las familias. Acompañar los momentos duros, los momentos de cruz, los momentos de pecado. Jesús no le tenía miedo a los pecadores, los buscaba. Los van a criticar: “uy, éste es demasiado avanzado, éste es imprudente, éste es esto”. Acompañar. Acompañar a la gente, acompañar  tantos deseos que el Señor siembra en el corazón, dejarlos que crezcan bien ¿no?